TALLER DE MANDALAS
· Los mandalas son diseños en dos dimensiones que reflejan la armonía que hay en nuestra realidad. Son un medio para diagnosticar carencias emocionales y también pueden ser utilizados como un instrumento de terapia para armonizar y activar emociones positivas en una persona.
Mandala es un término de origen sánscrito bajo el cual se designa al círculo.
Pero no se trata de una mera figura geométrica sino de una herramienta que se vale la meditación para su práctica.
El mandala consiste en una serie de círculos concéntricos que se despliegan a partir de un núcleo reproduciendo con ello el movimiento de la concentración y de la meditación, las sucesivas proyecciones concéntricas que se desplazan a partir de aquel centro representan a la operación específica.
Esta centralidad inherente se ha interpretado en términos budistas como un sendero que conduce hacia la iluminación porque ofrece una estructura ordenada, sintética y armónica en el contexto de un mundo caótico y veloz. Esta relación entre el centro y la región externa-es decir, el individuo y el cosmos-propone un recorrido de lo más general a lo particular y viceversa.
Durante este proceso de redescubrimiento del núcleo y su relación con el entorno el Mandala se convierte en foco de meditación y contemplación.
Esta experiencia mental estrecha los lazos con la realidad última porque el hacer referencia al universo en su totalidad, la existencia humana queda implícitamente comprendida en su seno.
El budismo interpreta los Mandalas como representaciones del macrocosmo y microcosmo.
La particular característica de los diseños está basada en la inscripción de un círculo en el interior de un cuadrado que lo contiene: el centro es el principio, el punto en el que coexisten fuerzas opuestas que lo convierten en un espacio de concentración de energía y al que el ser humano tiende incluso en forma inconsciente.
Por su parte el cuadrado es la combinación y ordenación regular de cuatro elementos, que representa lo estático y carente de dinamismo pero provisto de perfección. Los elementos, las estaciones, las etapas de la vida humana y los puntos cardinales-nociones que otorgan orden y fijeza al mundo-se expresan mediante la cuaternidad.
El concepto de inconsciente colectivo fue postulado por Jung para explicar la existencia de un lenguaje compartido por los seres humanos de todo tiempo y lugar. Esta herencia de la humanidad , según su teoría, estaba formada por símbolos primitivos ( imágenes primordiales) que permitían la expresión del contenido de la psiquis que trascendía el marco de la razón, por lo tanto la humanidad poseía un sustrato común de contenido inconsciente.
Las imágenes primordiales son los arquetipos. Jung definió a los arquetipos como formas o imágenes de naturaleza colectiva, que dan casi universalmente como constituyentes de los mitos y, al mismo tiempo, como productos individuales autóctonos de origen inconsciente.
Los arquetipos son los patrones fundamentales de la formación de símbolos que se repiten en los contenidos de las mitologías de todos los pueblos de la historia de la humanidad.
De los arquetipos dependen las últimas y más profundas motivaciones de la mente y la conducta humana individual y colectiva.
Las pautas culturales en última instancia dependen de los arquetipos.
Jung creía ver en el círculo del Mandala a la expresión de los antagonismos y polaridades psíquicas, siendo el inconsciente el centro rector que gobierna a los opuestos. El nombre psicológico de esta dialéctica es llamada “ ambivalencia”.
La presencia de lo masculino y de lo femenino,
El yin y el yang, lo consciente y lo inconsciente son a la vez recíprocos y excluyentes, se hacen uno y luego vuelven a separarse. La represión de este núcleo hace que su fuerza resulte más persistente e ingobernable.
Los fenómenos de escisión y división recogidos por la psiquiatría occidental bajo la forma de esquizofrenia o psicosis, remiten al proceso de disgregación de la unidad originaria como resultado, dice Jung, de la colisión entre lo consciente y lo inconsciente. En las tradiciones espirituales orientales la escisión no posee un valor psicológico sino que es la expresión de un nivel de consciencia inferior.
Jung consideraba la escisión como una tendencia inherente a la psique humana, sea esta oriental u occidental.
Por ello Jung prescribió desligar la conciencia de todo aquello que la someta a la dualidad aparente, a fin de que la misma pueda percibir lo esencial.
La conciencia debe desligarse de toda voluntad de dominio y de cualquier intromisión del ego, de esta manera la conciencia ya no le impone su ley a la vida sino que se suma a ella se uno con la totalidad. Una y otra son contiguas, y por lo tanto sincrónicas. No hay anhelos, deseos o propósitos con arreglo a los cuales el curso de la existencia es obligado a desviarse o ramificarse.
El hombre regresa, así, a la fuente de la cual proviene.
La armonía de la parte inconsciente con la consciente del sujeto se encuentra en el sí-mismo o self. Según Jung “el self es el orden dentro de la psique”. Este concepto es lo opuesto al yo. El self es un arquetipo equilibrador de las partes concientes e inconscientes del sujeto. Así, la salud del sujeto equivale al proceso adecuado del self, que atiende a los elementos de la consciencia y a integrar los aspectos inconscientes. Entendido de esta manera un malestar emocional es provocado si las expresiones del inconsciente no son adecuadamente atendidas y simbolizadas
.
La unificación de las esferas conscientes e inconscientes garantiza el desarrollo del proceso de individuación, este último concepto implica el equilibrio y armonización de la psique, la búsqueda de la realización del propio ser.
La posibilidad de integrar la totalidad de lo profundo del inconsciente colectivo hacia la opción de creatividad y el desarrollo personal alcanzando así la autorrealización.
Para los junguianos, la única posibilidad que tiene el hombre de salir de la angustia y vacío del mundo moderno, es abrirse a los mensajes de crecimiento personal que proporciona el inconsciente universal y objetivo, a los mensajes del inconsciente colectivo.
Jung postulaba que el único camino era apartarse de la ilusión (Maya) del mundo moderno experimentar las fuerzas “numinosas” (espirituales) las verdades universales y eternas que residen en su inconsciente colectivo.
Jung equiparó el Mandala con el ojo humano en términos morfológicos y en sentido espiritual.
Consideró que se trataba de un prototipo de Mandala porque este órgano humano representaba la vista y la luz, así como la consciencia.
Se trataba según su postura, de una parte del ser humano que contemplaba al universo y determinaba la posición del observador en éste; absorvía energía cósmica y la exhibía ante el espíritu interior. Representaba la Unión entre el individuo y el cosmos.
Por otra parte observó que la disposición concéntrica de los elementos del Mandala y en simetría radial constituían las propiedades inherentes del iris ocular.
Para Jung, la presencia simultánea de varios diseños oculares, denotaba la interpretación del inconsciente como una consciencia múltiple.
Pero no se trata de una mera figura geométrica sino de una herramienta que se vale la meditación para su práctica.
El mandala consiste en una serie de círculos concéntricos que se despliegan a partir de un núcleo reproduciendo con ello el movimiento de la concentración y de la meditación, las sucesivas proyecciones concéntricas que se desplazan a partir de aquel centro representan a la operación específica.
Esta centralidad inherente se ha interpretado en términos budistas como un sendero que conduce hacia la iluminación porque ofrece una estructura ordenada, sintética y armónica en el contexto de un mundo caótico y veloz. Esta relación entre el centro y la región externa-es decir, el individuo y el cosmos-propone un recorrido de lo más general a lo particular y viceversa.
Durante este proceso de redescubrimiento del núcleo y su relación con el entorno el Mandala se convierte en foco de meditación y contemplación.
Esta experiencia mental estrecha los lazos con la realidad última porque el hacer referencia al universo en su totalidad, la existencia humana queda implícitamente comprendida en su seno.
El budismo interpreta los Mandalas como representaciones del macrocosmo y microcosmo.
La particular característica de los diseños está basada en la inscripción de un círculo en el interior de un cuadrado que lo contiene: el centro es el principio, el punto en el que coexisten fuerzas opuestas que lo convierten en un espacio de concentración de energía y al que el ser humano tiende incluso en forma inconsciente.
Por su parte el cuadrado es la combinación y ordenación regular de cuatro elementos, que representa lo estático y carente de dinamismo pero provisto de perfección. Los elementos, las estaciones, las etapas de la vida humana y los puntos cardinales-nociones que otorgan orden y fijeza al mundo-se expresan mediante la cuaternidad.
El concepto de inconsciente colectivo fue postulado por Jung para explicar la existencia de un lenguaje compartido por los seres humanos de todo tiempo y lugar. Esta herencia de la humanidad , según su teoría, estaba formada por símbolos primitivos ( imágenes primordiales) que permitían la expresión del contenido de la psiquis que trascendía el marco de la razón, por lo tanto la humanidad poseía un sustrato común de contenido inconsciente.
Las imágenes primordiales son los arquetipos. Jung definió a los arquetipos como formas o imágenes de naturaleza colectiva, que dan casi universalmente como constituyentes de los mitos y, al mismo tiempo, como productos individuales autóctonos de origen inconsciente.
Los arquetipos son los patrones fundamentales de la formación de símbolos que se repiten en los contenidos de las mitologías de todos los pueblos de la historia de la humanidad.
De los arquetipos dependen las últimas y más profundas motivaciones de la mente y la conducta humana individual y colectiva.
Las pautas culturales en última instancia dependen de los arquetipos.
Jung creía ver en el círculo del Mandala a la expresión de los antagonismos y polaridades psíquicas, siendo el inconsciente el centro rector que gobierna a los opuestos. El nombre psicológico de esta dialéctica es llamada “ ambivalencia”.
La presencia de lo masculino y de lo femenino,
El yin y el yang, lo consciente y lo inconsciente son a la vez recíprocos y excluyentes, se hacen uno y luego vuelven a separarse. La represión de este núcleo hace que su fuerza resulte más persistente e ingobernable.
Los fenómenos de escisión y división recogidos por la psiquiatría occidental bajo la forma de esquizofrenia o psicosis, remiten al proceso de disgregación de la unidad originaria como resultado, dice Jung, de la colisión entre lo consciente y lo inconsciente. En las tradiciones espirituales orientales la escisión no posee un valor psicológico sino que es la expresión de un nivel de consciencia inferior.
Jung consideraba la escisión como una tendencia inherente a la psique humana, sea esta oriental u occidental.
Por ello Jung prescribió desligar la conciencia de todo aquello que la someta a la dualidad aparente, a fin de que la misma pueda percibir lo esencial.
La conciencia debe desligarse de toda voluntad de dominio y de cualquier intromisión del ego, de esta manera la conciencia ya no le impone su ley a la vida sino que se suma a ella se uno con la totalidad. Una y otra son contiguas, y por lo tanto sincrónicas. No hay anhelos, deseos o propósitos con arreglo a los cuales el curso de la existencia es obligado a desviarse o ramificarse.
El hombre regresa, así, a la fuente de la cual proviene.
La armonía de la parte inconsciente con la consciente del sujeto se encuentra en el sí-mismo o self. Según Jung “el self es el orden dentro de la psique”. Este concepto es lo opuesto al yo. El self es un arquetipo equilibrador de las partes concientes e inconscientes del sujeto. Así, la salud del sujeto equivale al proceso adecuado del self, que atiende a los elementos de la consciencia y a integrar los aspectos inconscientes. Entendido de esta manera un malestar emocional es provocado si las expresiones del inconsciente no son adecuadamente atendidas y simbolizadas
.
La unificación de las esferas conscientes e inconscientes garantiza el desarrollo del proceso de individuación, este último concepto implica el equilibrio y armonización de la psique, la búsqueda de la realización del propio ser.
La posibilidad de integrar la totalidad de lo profundo del inconsciente colectivo hacia la opción de creatividad y el desarrollo personal alcanzando así la autorrealización.
Para los junguianos, la única posibilidad que tiene el hombre de salir de la angustia y vacío del mundo moderno, es abrirse a los mensajes de crecimiento personal que proporciona el inconsciente universal y objetivo, a los mensajes del inconsciente colectivo.
Jung postulaba que el único camino era apartarse de la ilusión (Maya) del mundo moderno experimentar las fuerzas “numinosas” (espirituales) las verdades universales y eternas que residen en su inconsciente colectivo.
Jung equiparó el Mandala con el ojo humano en términos morfológicos y en sentido espiritual.
Consideró que se trataba de un prototipo de Mandala porque este órgano humano representaba la vista y la luz, así como la consciencia.
Se trataba según su postura, de una parte del ser humano que contemplaba al universo y determinaba la posición del observador en éste; absorvía energía cósmica y la exhibía ante el espíritu interior. Representaba la Unión entre el individuo y el cosmos.
Por otra parte observó que la disposición concéntrica de los elementos del Mandala y en simetría radial constituían las propiedades inherentes del iris ocular.
Para Jung, la presencia simultánea de varios diseños oculares, denotaba la interpretación del inconsciente como una consciencia múltiple.
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